Según reza la biblia, en el capítulo sexto del apocalipsis, los mayores azotes que puede experimentar la humanidad son cuatro, ellos representados alegóricamente por jinetes montados sobre bravos y salvajes monturas de diferentes tonalidades. Los jinetes se suelen identificar según el mismo texto como las representaciones de la Conquista, cabalgando un corcel níveo, el Hambre, a lomos de una montura negra, la Muerte, respectivamente sobre un bayo y la Guerra, sobre el destructivo equino rojo.

Los cuatro jinetes del apocalipsis galopan sobre Venezuela. Sería obligatorio hacer referencia a todos ellos, analizarlos detalladamente, exponer sus causas, sus consecuencias inmediatas para la sociedad venezolana, cómo van a manifestarse al largo plazo y más clave aún, cómo hacerles frente y en el mejor de los casos, qué recursos y qué estratagemas podrían resultar para domar a los corceles y cómo desmontar a sus jinetes. Sin embargo, a efectos prácticos de este tipo de formato, únicamente abordaré al jinete que más parece rondar mis pensamientos los últimos días. El de la Guerra. Procuraré en un futuro no muy lejano abordar el tema de los tres jinetes restantes.

Guerra es un ser deleznable. Es por naturaleza violento, conflictivo, busca crear divisiones y rencillas donde no las hay. En Venezuela, la guerra ha abierto no uno, sino varios frentes de combate, lo cual dificulta notablemente el ofrecer una resistencia en condiciones. Guerra se ceba como nunca en tierras venezolanas y cada día parece prender nuevas llamas ¿Qué hacer cuando se está aprisionado bajo los cascos del caballo? Por un lado, nuestros milicianos combaten contra el chavismo en todos los frentes, mientras que, por el otro, han de estar atentos para continuar una segunda batalla, fraguada en la retaguardia del combate entre los diversos factores que componen lo que podría denominarse el bloque del “anti-chavismo”

Como es natural, en todo conflicto que se prolonga más de lo necesario, nuestras filas han visto mermada su moral tras el último ciclo de protestas convocadas por el presidente encargado de Venezuela. La euforia y las esperanzas por el porvenir que se desprendían por doquier el día 24 del pasado mes de enero, llegaron a su expectación máxima justo un mes después con la fallida entrada de la ayuda humanitaria por las fronteras terrestres con Colombia y Brasil. De ese día en adelante, la burbuja fue deshinchándose, hasta que explotó definitivamente con los apagones que se han venido sucediéndose en todo el territorio nacional.

Bajo mi óptica, las expectativas levantadas desde la presidencia encargada de la república fueron desproporcionadas a lo que, al menos de momento, se ha conseguido. Expectativas infladas al igual que ha ocurrido en numerosas ocasiones previas. Durante las protestas del 2017 o las del 2014, o tras las elecciones parlamentarias del 2015; se habló del apoyo de los Estados Unidos y de la Unión Europea, del Grupo de Lima y del reconocimiento de Guaidó como presidente encargado por casi todos los países del hemisferio. Se habló de que “todas las opciones estaban sobre la mesa”, sin embargo, cada día que Venezuela pasa a obscuras, la situación parece enfriarse cada vez más. Las recientes declaraciones de Elliott Abrams, analizadas por el venezolano Orlando Avendaño, parecen más una capitulación a la idea de la intervención que cualquier otra cosa. Bajo este panorama, es normal la desilusión de las personas, sin embargo, me pregunto yo ¿Cuál es la solución? Allí es cuando sale a escena al que presentaré como antagonista de estas líneas. Vente Venezuela.

La tolda celeste viene promoviendo desde hace varias semanas, tanto en la calle como en las redes sociales, el eslogan de “solos no podemos”, con miras a pedir la activación del artículo 187 y el principio de responsabilidad de las naciones (R2P). Sin embargo, la frase no deja de chirriarme. Expondré mis razones.

¿Qué sucederá si nunca se presenta un escenario de intervención internacional en Venezuela? No es del todo descabellado, no seríamos el primer país víctima de su propio gobierno que se ve aislado y dejado de lado por la comunidad internacional.

¿Realmente el eslogan de la tolda de María Corina Machado es inofensivo, o será que hace más daño del que creen? Tomando en cuenta lo anteriormente aseverado, si la intervención llega a olvidarse y nunca se lleva a cabo ninguna acción desde el extranjero ¿Qué nos queda a los venezolanos? ¿Cruzarnos de brazos? Porque finalmente “solos no podemos”.

Es una opinión de índole personal, pero un eslogan enfocado a desmoralizar directamente a la población venezolana, diciéndole que el fracaso de las luchas llevadas a cabo hasta el momento han fracaso porque “solos no podemos”, además de ser irresponsable, no es del todo cierto. Claramente según la óptica de Vente Venezuela, esas derrotas no serían producto de que las “estrategias” que se han llevado a cabo -una y otra vez sin cesar- hasta el momento podían no ser las más convenientes; o que las protestas y la lucha no ha fracasado por culpa directa o indirecta de quienes las encabezan y se autoproclaman como opositores del chavismo, aunque finalmente apoyan la mayoría de sus políticas e incluso imitan a la perfección algunas de sus corruptelas. Según Vente Venezuela el fracaso, al menos del último ciclo iniciado con la juramentación de Guaidó en enero, sería por falta de un apoyo internacional más contundente.

Se le dice al ciudadano “solo no puedes”. Me digo yo, si solos no podemos, y nadie parece dispuesto a dar el paso definitivo para sacar a Venezuela del atolladero donde nos hemos metido, ¿Qué nos deparará el futuro? ¿Mi opinión? Guerra y los demás jinetes seguirán cebándose en los campos venezolanos. ¿La solución para evitarlo? Empoderar a la ciudadanía antes que desmoralizarla.

#SiPodemos

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