La educación es vista como un derecho humano, y suele cargarse esta responsabilidad al estado.

Muchas veces se ha hablado de la importancia de una cultura libre. Desde el libertarismo nos gusta resaltar lo primordial que resulta una sociedad en plena libertad, cosa que no parece importarle a los estatistas de lado y lado.

El hecho de que se proponga que la educación, la salud y diversos aspectos de la vida cotidiana sean controlados por el Estado, al punto de ser este quien se encargue de brindar al pueblo lo que necesita para llevar una vida digna, es realmente preocupante. A este sistema se le conoce como Estado de bienestar social.

Todo lo que respecta a este sistema, como lo plantean, sería idóneo si tan sólo no se tratara de la materialización de lo que Gramsci denominó Hegemonía Cultural, y que consiste en que la clase dominante impone su ideología y sus normas culturales al resto de la sociedad.

Durante los últimos días, he observado con preocupación un aumento en la difusión de mensajes cuyo propósito es posiccionar la idea de que el Estado debe ser el único garante de la educación, la salud y todos los servicios, con la calidad que la ciudadanía necesita.

Pero lo grave no es que se muevan estas matrices, ni que los políticos digan que debería ser así, sino que sabemos qué se esconde detrás de ese discurso. Detrás de la promesa de gratuidad, no hay otra cosa que el ansia por controlar todo lo que el individuo aprende, para así convertirlo en hombre-masa.

En Venezuela vimos como un régimen, encargado de «brindar» servicios para el bienestar del pueblo, en realidad los utilizó como aparatos represivos, de control social, y logró arrodillar a más de treinta millones de personas a sus pies, mientras completa un proyecto totalitario con miras a consolidar un plan geopolítico que busca la destrucción de occidente.

Es común que los seguidores de la izquierda defiendan que Suecia es ejemplo de la aplicación y el éxito del Estado de Bienestar, pero de lo que en realidad es ejemplo es del fracaso del mismo. Ciertamente, como describe Mauricio Rojas en Suecia después del modelo sueco, sólo después del fracaso del sistema entendieron que la gratuidad, sustentada en un gasto fiscal excesivo, no es viable para ningún país.

Es nuestro deber, pues, defender las ideas de la libertad, en todos los terrenos. Nos toca desmentir, con hechos y argumentos, todo intento que hagan por dignificar y enaltecer un sistema doctrinario y hegemónico; y así evitar el avance y la consolidación de la agenda antioccidental.

Referencias

Rojas, Mauricio. Suecia después del modelo Sueco, CADAL y TIMBRO (2005).

Gramsci, Antonio. Hegemonía Cultural. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Hegemonía_cultural

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